Una espesa niebla cubre el cielo de la ciudad, el reflejo de su inmensa población de luces crea en el cielo un efecto de amanecer.
Pero son las doce de la noche.
Todo pensamiento esta noche será humedad. Lloviendo en la pequeña ciudad de Buenos Aires no importa cuales quieran que sean tus ideas sobre lo que vas a hacer, respirar, sobre lo que vas a tocar, saborear o lo que pretendas sentir en las partes de tu ser y de cuerpo, porque ese día, todo será humedad.
Los días así apenas escuchas el sonido del viento, la ciudad muere y se esconde con la lluvia.
Una ciudad de este tamaño temiendo al agua suena ridículo, pero la verdad es que las calles de Buenos Aires se han transformado en caudalosos afluentes del río de la Plata.
Es un dia que infunde romanticismo. El frío, la lluvia y la niebla se transforman en soledad, silencio, y tú.
En 1998 a la edad de dieciséis años escribía: “Doy gracias a la distancia y a la soledad que han hecho que valore y que me acerque mucho más a mi gente”
En 2013 a la edad de treinta años escribí: “Doy gracias a la distancia y a la soledad que han hecho que me valore y me acerque mucho más a mí”
Y es que en cada etapa de nuestra vida, las mismas elecciones se eligen para fines diferentes.
No es que no se aprendiera en una primera vez, es que se tiende a prestar atención sólo a lo que en el hoy nos interesa, se tiende a rellenar sólo las falencias y las necesidades preferentes.
Repite el mismo acto todas las veces que te sea necesario. No será ninguna recaída en ninguna misma piedra. Observa cómo las repeticiones siempre traen noticias que interesan y nuevas soluciones.
Cuando se vuelve a un mismo lugar, con su posibilidad del para bien o para mal, el enfoque siempre tenderá a ser diferente. Repite el viaje. Lo peor será encontrarte en aquel mismo lugar donde tú y todo sigue siendo igual, ó, a lo mejor, vas a encontrarte y darte cuenta de quién sos.
Cada cual que sopese las consecuencias.
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